Estos días he estado leyendo el libro: El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda de Mark Manson.
Resumiendo, un bloguero un poco perdido (vicios y vida despreocupada), a través del trabajo (la acción), ha encontrado un camino donde dar la importancia relativa a las cosas y lo quiere compartir. Al final, cuando lees muchos libros de la sección de autoayuda todos acaban hablando de una conjunto de cosas bastante similares. Os invito a leerlo para que saquéis vuestra propias conclusiones. Bueno, el título está bien y, sobre todo al principio tiene algunas ideas interesantes que voy a compartir con vosotros.
Una de las primeras ideas es “no lo intentes, hazlo o no lo hagas”. Supongo que os suena del maestro Yoda de la guerra de las galaxias.
La cultura actual se haya obsesionada con los mensajes positivos y poco realistas: sé más inteligente, más rápido, más sexy .. y cuando te detienes a estudiar los consejos de vida convencionales te das cuenta de que se centran en lo que careces y apuntan directamente a lo que percibes tus deficiencias.
La influencia de las redes sociales nos hace pensar que todo el mundo tiene una vida perfecta y triunfal y que la nuestra es aburrida. Nunca hace referencia al esfuerzo, constancia y sufrimiento que conlleva. Empieza un vicioso círculo de auto-análisis donde nos sentimos culpables de no ser uno de esos triunfadores. Nos sentimos incluso culpables por sentirnos culpables.
El deseo de una experiencia más positiva es, en sí misma, negativa. Y, paradójicamente, la aceptación de la experiencia negativa es, en sí misma, una experiencia positiva.
Que algo te importe una mierda no significa ser indiferente; significa sentirse cómodo por ser diferente. A la gente indiferente les da miedo el mundo y las repercusiones de sus propias decisiones.
Una verdad escurridiza es que no puedes ser una persona importante sin ser, al mismo tiempo, una burla y una vergüenza para otras personas.
Para que te importe una mierda la adversidad, primero tienes que encontrar algo más importante que la adversidad. Cuando la gente no tiene problemas automáticamente la mente encuentra la manera de inventar alguno. Hallar algo importante y significativo en tu vida es quizás el uso más productivo de tu tiempo y energía.
Te des cuenta o no, siempre estás eligiendo qué es más importante para ti. Cuando somos jóvenes, todo es nuevo y emocionante, todo parece importar mucho: si ese chico o chica nos llamará, si nuestra ropa combina o el color de… Conforme nos hacemos mayores nos vamos dando cuenta que la mayoría de estas cosas tienen un impacto mínimo y pasajero en nuestras vidas.
Nos enfrentamos a una epidemia psicológica, la gente ya no se da cuenta de que es normal que las cosas, a veces, estén mal.
Sufrimos por la simple razón de que el sufrimiento es biológicamente útil. Estamos predispuestos a desarrollar una insatisfacción hacia lo que tenemos y a sentirnos satisfechos solo con lo que no poseemos. Esta constante insatisfacción ha mantenido a la especie luchando y evolucionando, construyendo y conquistando.
El dolor, aunque lo odiemos, existe por algo importante. Si te quemas con una estufa y sientes dolor aprendes que no debes acercarte. Por consiguiente, no siempre es bueno evitar el dolor y buscar el placer, ya que, a veces, el dolor puede ser de vital importancia para tu bienestar. Un ejemplo sencillo: si cuando eras niño te golpearon mucho haciendo artes marciales o boxeo, tu cuerpo ahora es más insensible y, ante una agresión, reacciona mucho mejor que una persona que no sufrió ese dolor anteriormente.
No esperes una vida sin problemas. No existe esa cosa. En vez de eso, espera una existencia llena de buenos problemas.
Las emociones están sobrevaloradas. Las emociones evolucionaron para un propósito específico: ayudarnos a vivir y reproducirnos un poquito mejor. Son como el dolor: útiles.
Hay gente que se sobreidentifica con sus emociones. Todo está justificado porque lo sintieron “Uy, rompí tu parabrisas, pero estaba realmente enfadado, no lo pude evitar”.
Muchas veces fantaseamos imaginándonos en lo alto de un escenario haciendo un solo de guitarra o habiendo subido una montaña mítica. Vemos la recompensa pero no el esfuerzo y sacrificio diario que conlleva. Quería el resultado pero no el proceso. Estaba enamorado pero no de la lucha sino del resultado. La vida no funciona así.
Existe una improbabilidad estadística de que una sola persona sea extraordinaria en todas las áreas de su vida, o incluso en varias. Los empresarios brillantes por lo general son unos fracasados en sus vidas personales. Muchas celebridades seguro que están tan desorientadas en sus vidas como la gente que se deslumbra con ellas y sigue todos sus movimientos.
Todos somos, en la mayoría de los casos, gente del montón. Hay una sobreinformación en redes sociales que nos hace pensar que “el excepcionalismo” es el nuevo estado normal.
Cuando el estándar del éxito en una cultura es “ser extraordinario”, entonces resulta que es mejor permanecer en el extremo inferior que estar en medio, porque al menos ahí aún eres especial y mereces atención. Esos eligen criticarlo todo.
Las raras personas que si se vuelven de verdad excepcionales en algo lo hacen no porque crean que son excepcionales. Por lo contrario, se tornan asombrosas porque están obsesionadas con la mejoría. Dicha obsesión nace de la creencia infalible de que no son, de echo, grandes en absoluto.
La conciencia de uno mismo es como una cebolla (esto la lo dijo Shrek).
- La primera capa es la comprensión de las propias emociones. Por desgracia, muchas personas son malísimas en ser conscientes de sí mismas.
Todos tenemos puntos ciegos emocionales. - La segunda capa es la capacidad de preguntar por qué sentimos esas emociones. El autocuestionamiento honesto es difícil de alcanzar.
- La tercera capa son nuestros valores personales.
El placer es un dios falso. Las investigaciones muestran que la gente que enfoca su energía en placeres superficiales termina más ansiosa, más inestable emocionalmente y más deprimida. El placer es la forma más superficial de satisfacción vital y por ello es la más fácil de obtener y la más fácil de perder.
El sufrimiento tiene valor. Completar una maratón nos hace más felices que comernos un pastel. Estas labores son estresantes, arduas y desagradables. Como Freud dijo: Algún día, en retrospectiva, los años de esfuerzo te parecerán los más hermosos. A veces, la única diferencia entre un problema doloroso o sentirse con poder es la percepción de que nosotros escogimos. Correr una maratón puede ser un acontecimiento inolvidable si se hace voluntariamente. Si se hace a punta de pistola podría ser la peor experiencia de la vida.
Hay buenos y malos valores. Los buenos se basan en la realidad, son socialmente constructivos y son inmediatos y controlables. Los malos valores son supersticiosos, socialmente destructivos y no son inmediatos o controlables. La honestidad es un buen valor porque es algo sobre lo que tienes control completo, refleja realidad y beneficio a otros. La popularidad, por lo contrario, es un mal valor. Ser el chico más popular de una fiesta depende de quién vaya, por lo que no es controlable. No se basa en la realidad porque depende de como te sientes.
Los cambios más radicales de perspectiva por lo regular suceden al final de nuestros peores momentos. Necesitamos una especie de crisis existencial para mirar objetivamente como hemos perdido el sentido de nuestra vida y luego considerar cambiar el curso.
La acción no solo es efecto de la motivación, también es la causa. La motivación es un ciclo infinito de tres partes: Inspiración emocional -> Motivación -> Acción deseada. De este modo, tus acciones crean más reacciones e inspiraciones y empiezan a motivar tus acciones futuras.
La libertad te brinda la oportunidad de un significado mayor, pero en sí misma no hay necesariamente nada significativo sobre ella. La única forma de encontrar un significado y un sentido de la importancia en la propia vida, es a través del rechazo de alternativas, una reducción de la libertad, comprometiéndose a un solo lugar, a una creencia o a una persona.
Todos somos conscientes, hasta cierto tiempo, de que nuestro yo físico eventualmente morirá, que esa muerte es inevitable y esa inevitabilidad nos aterroriza. Por ello, para compensar nuestro miedo tratamos de construir un yo conceptual que viva eternamente. Es la razón por la que la gente se esfuerza tanto en poner su nombre en libros, edificios y estatuas. Por eso nos entregamos tanto tiempo, especialmente con los niños, con la esperanza que nuestra influencia viva más allá de nuestro yo físico. Becker denominó a estos esfuerzo “proyectos de inmortalidad”.
Cuando nuestros proyectos de inmortalidad fallan y nuestra pretensión de que nuestro yo conceptual viva más allá de nuestro yo físico fracasa, el miedo a morir vuelve a infestar nuestra mente. Becker llego a una sorprendente conclusión en su lecho de muerte: todos los proyectos de inmortalidad de la gente eran un problema, no la solución: más que intentar implementar su yo conceptual alrededor del mundo, la gente debería cuestionar este yo conceptual y sentirse más cómoda con la realidad de su propia muerte.
Bueno, observareis que hay algunas afirmaciones bastante interesante, así que os animo a leerlas despacio y pensar un poco en ello.
Os tengo que decir que cuanto más viejo me hago menos cosas me afectan gravemente. La ansiedad que tenia hace unos años se ha reducido significativamente y puede ser porque muchas cosas ya me importan una mierda: demostrarme a mi mismo demostrando a los demás, caer bien a todo el mundo, compararme con otros, estar tan guapo ni tan en forma, tener siempre más y mejor… Puede que no sea un mal camino a explorar.